El año pasado, después de haber trabajado casi sin parar en Bruselas, decidí tomarme un descanso y viajar a Japón sólo con la compañía de mi cámara. Durante el tiempo que estuve allí descubrí un mundo totalmente diferente donde pude encontrar los contrastes entre los colores de una época antigua llena de espiritualidad y el caos eléctrico de los rascacielos con luces de neón.
Todas estas diferencias hacen de Japón posiblemente uno de los lugares más fotogénicos del mundo.
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